«El sabor es el alma de cada plato.»
Empieza abril. Un nuevo mes. Una nueva etapa.
Y la palabra que lo inaugura me encanta: sabor.
Porque abril trae primavera, y con ella, colores, frescura, comidas que despiertan sentidos… Pero también trae baile, ritmo, ganas de vivir con más presencia. Y no sé tú, pero cuando escucho la palabra «sabor», no solo pienso en comida. Pienso en salsa. En música. En ese movimiento con flow, con alma, con alegría.
Sabor es lo que hace que algo tenga vida. Que no sea neutro, ni plano, ni repetitivo. Es lo que nos conmueve. Lo que nos deja huella. En la cocina, en el baile, en la vida.
El sabor es el alma de cada plato. Y también de cada paso de baile.
Y también de cada instante de vida que decidimos saborear, en lugar de simplemente tragar.
Cocinar con sabor, vivir con sabor
Este mes el reto es cocinar más en casa. Y te confieso que para mí, cocinar no es algo natural, más bien lo contrario. Lo hago poco. Lo hago, muchas veces, para alimentarme. Por necesidad. No por placer. Pero eso quiero cambiarlo. No solo cocinar más. Quiero cocinar mejor. Con más intención. Con más cariño. Con más sabor. Para cuidarme más.
No busco convertirme en chef. Quiero empezar por lo simple: cortar con calma, probar sabores, jugar con las texturas, recuperar recetas de la infancia. Porque sé que cada vez que cocino con presencia, algo dentro de mí también se transforma.
Hace tiempo escuché a alguien decir:
«No cocines cuando estés enfadado, porque se nota en el plato.»
Y me quedé pensando. ¿Cuántas veces cocinamos corriendo, sin disfrutar, solo por cubrir una necesidad? ¿Cuántas veces comemos sin saborear, con el móvil en la mano, o con la mente en otra parte?
Este mes quiero volver al sabor. No solo de la comida. Sino de todo.
Del agua que bebo.
Del pan recién hecho.
Del tomate con sal.
Del abrazo que me dan sin avisar.
De la canción que suena y me mueve.
Del paso de salsa con sabor.
De una ducha larga sin prisas.
De una conversación calmada.
De mirar por la ventana sin hacer nada más.
Lo sabroso de la vida no siempre es lo más caro
He comido en restaurantes de lujo y me he emocionado más con una arepa hecha en casa con amor. Porque el sabor va más allá del ingrediente: es memoria, es contexto, es emoción. Un cocido que me recuerda a mi madre tiene más fuerza que cualquier plato estrella Michelín. Porque el sabor conecta con el corazón.
Y eso también pasa con los momentos de la vida.
Hay días espectaculares, de fuegos artificiales… y hay otros más simples, más humildes, pero llenos de sabor. Como un paseo en silencio. Como una conversación sincera. Como un ratito bailando solo en el salón.
«El sabor es el alma de cada plato.»
El sabor y la memoria
El sabor tiene un poder inmenso: el de transportarnos en el tiempo. Una cucharada de sopa puede llevarnos directo a la cocina de nuestra infancia. Un aroma puede devolvernos a una tarde de verano, o a una celebración especial. El gusto está íntimamente ligado a la memoria.
Dicen que el olfato es el sentido más conectado con las emociones, y como el gusto depende tanto del olfato, no es de extrañar que saborear algo nos despierte emociones dormidas. Esa conexión sensorial con nuestros recuerdos más profundos es algo que no deberíamos subestimar.
El sabor y la salud
Más allá del placer, el sabor también cumple una función vital en nuestra salud. Nos guía hacia lo que es bueno para nuestro cuerpo, nos alerta cuando algo está en mal estado. Es un filtro natural. Y perder el sentido del gusto puede afectar profundamente nuestro bienestar, incluso emocionalmente.
Las personas que lo han perdido por enfermedad (como les ocurrió a muchos durante la pandemia) describen la experiencia como desconcertante. Comer sin gusto no es comer, es un trámite. Se pierde la alegría. Se pierde el vínculo.
Por eso, quienes sí podemos saborear, tenemos el regalo —y casi la responsabilidad— de honrar ese sentido. De usarlo con presencia. De agradecerlo.
El sabor como experiencia multisensorial
No solo saboreamos con la lengua. El gusto se enriquece con el olfato, con la vista, con el tacto. La presentación de un plato, su temperatura, su aroma… todo influye. El sabor es una experiencia total. Es algo que se siente con todo el cuerpo.
Y lo mismo pasa con la vida. No se trata solo de vivir, sino de vivir con todos los sentidos abiertos. De prestar atención. De estar en lo que hacemos. Eso le da sabor a todo.
Saborear como antídoto contra la prisa
Vivimos tan deprisa que nos hemos acostumbrado a tragar. Tragar comida. Tragar palabras. Tragar emociones. Tragar días. Y claro, tragamos y sobrevivimos. Pero no saboreamos. Y ahí es donde se pierde la magia.
Saborear requiere tiempo. Y atención. Y respeto. Es detenerte. Es mirar. Es abrir los sentidos. Es elegir lo que quieres sentir. Y quedarte ahí un rato. Saborear es un acto de rebeldía. En un mundo que te empuja a ir más rápido, tú eliges ir más lento. Y disfrutar.
¿Qué se saborea en la vida?
- Se saborea un café en calma.
- Se saborea una canción que te eriza la piel.
- Se saborea una risa compartida.
- Se saborea una comida hecha con amor.
- Se saborea el olor de un guiso que te recuerda a tu infancia.
- Se saborea un logro después del esfuerzo.
- Se saborea el silencio cuando todo se apaga.
- Se saborea …
Podemos tragar y eso nos dará energía. Pero si saboreamos… nos da sentido.
Practicar el sabor
- Me tomaré el tiempo para comer sin pantalla.
- Probaré una receta nueva, aunque salga mal.
- Me dejaré llevar por una canción y bailaré solo en casa.
- Le pondré un poco de picante (literal o metafórico) a mis días.
- Buscaré esa mezcla de ingredientes que me hagan sonreír.
- Me preguntaré: ¿a qué sabe este momento?
- Prepararé algo con las manos y lo compartiré.
- Volveré a cocinar esa receta que me conecta con alguien que amo.
Cocinar como autocuidado
Este mes quiero recordarme que cocinar no es una obligación: es una oportunidad de cuidarme. De estar conmigo. De elegirme. De probar cosas nuevas. De alimentarme mejor. De crear un espacio propio.
Cada plato que preparo puede ser un acto de amor propio. Cada ingrediente, una decisión. Cada bocado, una oportunidad de estar más presente. Cocinar, para mí, es parte del camino. No del destino. Es una forma de decirme “te mereces algo bueno”.
Sabor no es perfección, es presencia
No busco cocinar como un chef, ni bailar como en la tele. Busco estar presente. Porque cuando estás presente, todo tiene más sabor. Desde un tomate con aceite, hasta una charla bajo la lluvia. Lo importante es estar. Sentir. Probar. Y decidir si repites o cambias de receta.
Abril empieza con sabor.
Y yo quiero que sepa a hogar, a alegría, a comida compartida, a baile lento, a risa espontánea, a postre casero, a abrazo largo.
«El sabor es el alma de cada plato.»
¿Qué vas a saborear hoy como si fuera el mejor bocado de tu vida?
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