Reto


«Los retos nos hacen fuertes»

Los retos son más que desafíos físicos o mentales; son oportunidades para descubrir de qué estamos hechos. Mi experiencia nadando hasta las Islas Medas fue una de esas aventuras que no solo probó mi resistencia, sino también mi capacidad de superación. Y aunque no tuve un arco de salida ni un cronómetro, cada brazada fue una victoria personal.

Preparativos: mucho más que entrenar

Tenía 47 años cuando asumí este reto. Mi relación con el deporte, tras haberme roto el talón de Aquiles en una pachanga más de diez años antes, era más casual que seria. Nadaba de vez en cuando, pero no había entrenado en serio desde mi adolescencia. Así que cuando José Navas, un amigo y deportista multidisciplinar, me propuso nadar hasta las Islas Medas, la idea sonaba tan emocionante como aterradora.

José, con su impresionante trayectoria en muay thai, triatlones, maratones, kayak y hasta el París-Dakar, parecía estar en otra liga. Pero conocía mi potencial, incluso cuando yo no lo veía. Su apoyo fue clave desde el principio. Me enseñó a optimizar mi brazada, alargar los movimientos para cubrir más distancia con menos esfuerzo. “No se trata de fuerza, sino de eficiencia”, repetía.

Aunque el entrenamiento fue intenso (será que no lo suficiente) , también hubo creatividad. El día antes del reto, me corté el pelo y me rasuré completamente para reducir la resistencia en el agua. Sabía que no había entrenado suficiente, así que cualquier pequeño detalle que me ayudara a avanzar era bienvenido.

Obstáculos en el camino

El COVID-19 complicó los planes, interrumpiendo los entrenamientos y apagando un poco mi motivación. El reto, que inicialmente era un objetivo claro, pasó a un segundo plano. Pero José, siempre comprometido, me recordó por qué habíamos empezado. Retomamos los entrenamientos con fuerza, añadiendo sesiones en piscinas, el lago de Bañolas y el mar. Hubo intentos fallidos, como el día que la niebla nos obligó a cancelar la travesía. Pero cada obstáculo reforzaba mi determinación.

El gran día

La noche antes del reto dormí menos de tres horas. Entre los nervios y la anticipación, mi mente no podía desconectarse. Cuando me lancé al agua, la primera sensación fue el choque del frío y la inmensidad del mar. Cada brazada parecía interminable, y mi cabeza se llenó de dudas: “¿Qué estoy haciendo aquí?”, “No estoy preparado”, “Debería haber entrenado más” y más 1000 pensamiento negativos. Pero entre esos pensamientos, había algo que me empujaba a seguir: no quería defraudar a José, que había creído en mí desde el principio.

Acompañado por Mikel en su kayak, cada brazada se sentía un poco más ligera. Mikel estaba allí para garantizar nuestra seguridad, y su presencia era un recordatorio constante de que no estaba solo. La fuerza de los retos compartidos es que no solo te empujan a superarte, sino que también refuerzan los lazos con quienes te acompañan.

Cuando llegué a las Islas Medas, algo cambió en mí. El diálogo interno negativo desapareció, reemplazado por una euforia indescriptible. Había llegado, había logrado lo que parecía imposible, y lo había hecho con menos esfuerzo del que imaginaba. Pasamos un rato allí, disfrutando del momento, celebrando el triunfo. La vuelta, en comparación, fue casi un paseo. Cada brazada era una celebración de lo que ya había conseguido.

La importancia de celebrar

Al llegar a la costa, la alegría fue inmensa. José y Mikel, entre bromas y felicitaciones, compartieron conmigo ese momento de orgullo. Pero ningún logro está completo sin una buena celebración. Nos sentamos los tres a disfrutar de un bocadillo que, en ese instante, sabía a gloria. Porque todo éxito, grande o pequeño, merece ser reconocido y celebrado.

Ese bocadillo, compartido entre amigos, simbolizaba mucho más que un alimento. Era el cierre perfecto para una experiencia que no solo probó mis capacidades físicas, sino también mi fortaleza mental. Como José escribió en su día: “No hace falta un arco de salida ni un crono para superarte. El trabajar y enfocarte en superarte día a día es una de las mejores recompensas.”

Reflexionando sobre los retos

Lo que aprendí de esta experiencia va más allá de la travesía en sí. Los retos, por definición, no son fáciles. Requieren preparación, paciencia, y sobre todo, la disposición de enfrentarte a tus propios miedos. Aquí hay algunas claves que me ayudaron a superar este desafío:

  1. Rodéate de personas que te impulsen: José fue mi mentor y mi mayor motivador. Su fe en mí me hizo creer en mis propias capacidades.
  2. Enfócate en pequeños pasos: Desde entrenar en piscinas hasta nadar en mar abierto, cada pequeño avance me acercaba a mi objetivo.
  3. Acepta los contratiempos: El COVID-19, la niebla, y otros obstáculos podrían haberme hecho abandonar. Pero aprender a adaptarme a las circunstancias fue clave.
  4. Celebra tus logros: Llegar a las Islas Medas fue un triunfo, pero la verdadera recompensa fue el sentimiento de orgullo y la celebración compartida con amigos.
  5. Encuentra el significado personal: Para mí, este reto no era solo sobre nadar; era sobre demostrarme a mí mismo que podía superar mis propios límites.

Una lección para el futuro

Nadar hasta las Islas Medas fue una experiencia que marcó un antes y un después en mi vida. Aunque no tengo planes inmediatos de enfrentar un reto similar, sé que esta experiencia me ha preparado para cualquier desafío que la vida me presente. Porque al final del día, no se trata solo de lo que logras, sino de cómo esos logros te transforman.

Y tú, ¿Qué reto estás evitando enfrentar? ¿Qué pequeño paso podrías dar hoy para acercarte a tus metas?

#reto #superación #motivación #aguasabiertas #crecimiento #logros #determinación #celebración #metaspersonales


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *